Rivera García, Emilio Rubén
El líquido teatral
Instinto
El mundo
contemporáneo presenta fuertes retos para los seres humanos. Sin embargo,
sobrevivir nunca ha sido fácil. Desde la época de las cavernas hasta la de los
rascacielos, ha existido un elemento básico para la supervivencia: el instinto.
Así se titula esta
puesta en escena, escrita y dirigida por Bárbara Colio, reconocida dramaturga
bajacaliforniana. La obra presentó temporada en septiembre del 2017 y, dos años
después, regresa al Centro Cultural del Bosque, hasta el 17 de noviembre, para
narrarnos el encuentro entre cuatro personajes muy peculiares.
Una corredora de
bolsa, un albañil rarámuri, un fotógrafo y una mesera chocan sus carritos en un
supermercado que abre las 24 horas. El impacto llevará a los personajes a un
viaje grupal introspectivo en el que las fibras de la vulnerabilidad humana
quedarán expuestas.
Entre serios
momentos reflexivos y constantes toques de humor, Instinto presenta la lucha entre el lado animal del ser humano y
el lado civilizado. Cuestiona la frialdad de las pautas y de la estructura del
sistema socioeconómico mexicano y, a su vez, indaga en el abismo de la
introspección, en donde se encuentran verdades ocultas.
El diseño
escenográfico que se nos ofrece es lo mejor logrado de esta puesta en escena.
Es muy rico en juegos, planos y delimitación de espacios. Visualmente es
atractivo, ingenioso y envolvente, de modo que nos transporta al lugar de
acción de manera clara pero sin caer en la simpleza.
La trama es poco
ingeniosa, pero entretenida. Los toques de humor dan en el blanco la mayoría de
las veces, sin embargo, hay varios chistes forzados y mal logrados que pierden
gracia por innecesarios, tornándose un tanto molestos. Las actuaciones, por su
parte, no logran mantener la consistencia precisa de los personajes, éstos se
sienten en algunas ocasiones muy realistas y en otras muy plásticos.
De cualquier
manera, Instinto es una obra cuyo
discurso, situado en el contexto actual, se antoja ante todo necesario. Se
trata de una oportunidad para que el público observe su realidad en escena,
como quien se observa en un espejo y descubre el valor de los rasgos de su
rostro.
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